jueves, 1 de marzo de 2012

El tamaño no importa.

La primera impresión fue malísima. Más que quedármela quería prenderla fuego. No habían muchas más opciones que pagar y joderse o dormir debajo de un puente. Es decir, había que pagar y joderse. Pero después la cosa cambió; la miré, me miró, nos miramos. Me guiñó  un ojo, le metí mano. Y después vino el amor. Las noches calentitas con su suelo de madera ardiente. Las duchas apretada contra la pared entre el báter y la pileta. Las cálidas buenas noches de los chinos de al lado. No sé cómo pasó, pero hoy me ofrecieron una más grande y dije que no. 
A veces el tamaño no importa.






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