viernes, 26 de abril de 2013

Que el olvido no le gane al recuerdo



Hace dos días llegó mi hermana de Galicia, Jessi. Parece que hiciera una semana con todo lo que hemos hecho ya. O más bien con todo lo que hemos hablado ya. Hablamos como si no hubiera mañana. O más bien, hablamos de muchos ayeres, “para que el olvido no le gane al recuerdo”. Esta última frase me la dijo una vez, hace muchos años, un amigo muy lejano (en todos los sentidos), pero increíblemente amigo. Y eso hace muchas veces la distancia: que tus lazos se fortalezcan. Otras veces que se rompan y otras muchas que se pierdan. Pero cuando se vuelven a encontrar los caminos, es algo tan bonito que uno se olvida de la distancia y del tiempo. Y parece que fuera ayer…

Hace bastante tiempo que no me pongo nostálgica con Uruguay. Hace tanto tiempo de aquello que a veces pienso “la vida sigue”… pero con un gesto triste de ilusión rota. Últimamente estoy melancólica porque Jessi me vino con los cuentos de su viaje al paisito. (¡Digo últimamente y sólo han pasado 2 días!) Cuando nos fuimos ella era una niña, y ahora volvió por primera vez en diez años siendo grande, muy grande. Un poco cabeza dura  y bastante pelotudita. Pero eso ya es harina de otro costal (guiño ;) guiño ;) 

Jessi tiene una memoria impresionante. Así como papá se acuerda de casi todos los números de teléfono que alguna vez aprendió y Sole se acuerda de todas las fechas de cumpleaños que alguna vez le dijeron, Jessi se acuerda de detalles y de descripciones completas de casi todo lo que alguna vez le entró por esos enormes soles que tiene por ojos. Cuando era chiquita se le pegaban las pestañas contra los lentes de tan largas que las tenía. Y aún las tiene, pero imaginen las proporciones. Puro ojo. Te comía con la mirada y te daban ganas de comértela. También a veces te daban ganas de matarla. Cuando éramos chicas peleábamos mucho. Éramos muy cabronas la una con la otra, pero las putadas que nos hacíamos eran directamente proporcionales al amor que nos teníamos y nos tenemos. Recuerdo que cuando se ponía muy pesada yo me convertía en un personaje malvado y la perseguía por la casa diciendo “¡Yo soy Jacka!”, una especie de mezcla entre Jack el destripador y Ka, osea yo. Y ella se cagaba de miedo y lloraba y gritaba y me pegaba patadas. Y luego nos reíamos. En verdad ella nunca se creyó el personaje pero no sé por qué le gustaba seguirme el juego. ¿Quién era más niña?... 

Peleábamos por vicio. Recuerdo que una vez la encerré un rato en el taller de cerámica de papá con la luz apagada y me odió muchísimo. Sólo duró unos segundos porque enseguida me di cuenta de lo cruel que estaba siendo y le abrí la puerta casi tan rápido como la cerré, llorando, pidiéndole perdón, pero era demasiado tarde. Fuego salía de sus ojos, sus lágrimas me quemaban cuando me salpicaban mientras me pegaba y yo no podía defenderme porque me sentía demasiado culpable. Imagínense las patadas de una niña de 4 años. El daño no era físico, era peor. Pero también imagínense ¡cuánto nos queríamos como para hacernos tanto daño! Daño de hermanas pequeñas. Nos queremos muchísimo. Nos amamos y nos echamos de menos. Las 3. Joanna es más pequeña y ha vivido con Jessi casi lo mismo que Jessi ha vivido conmigo. Las peleas, las risas, la adolescencia… Una vez Jessi me dijo algo que me hizo saltar las lágrimas contra la pantalla: “quiero que sienta lo que sentí yo cuando era niña y te tenía conmigo, cuando me quería parecer a vos” Me llena de orgullo saber que, a pesar de Jacka, se quería parecer a mí. ¡Pero mejor que no! XD

Las circunstancias de la vida han hecho que estemos lejos y no podamos compartir todo lo que quisiéramos ni seguir creciendo juntas. Y eso debe ser lo que más tristeza me causa del mundo. Pero también pienso que podríamos estar más lejos y gracias a nuestros padres que se rompieron el OGT para que tuviéramos un futuro mejor, las distancias se acortan.
 Gracias familia por estar tan cerca a pesar de estar lejos. Y es que la calidad de las relaciones no depende solo de lo cerca que estemos físicamente, depende de lo conectados que estemos. ¡Gracias internet!

Aunque no puedo negar que los canelones de mi vieja están mucho más buenos en la boca que en foto. =)






martes, 23 de abril de 2013

RHDP



11/01/13
23:54
Iba a ponerme a hacer cosas importantes pero llevo mucho tiempo posponiendo este post.
Post-poniéndolo. ¡Qué risa!
Voy a parar ya de post-ponerlo y pasar directamente al tema antes de que olvide…
12/01/13
0:13
Voy a hablar de un sentimiento oscuro y excitante que tiene control sobre tu cuerpo dejándote muchas veces paralizado y eriza cada uno de los vellos de tu piel. Agridulce como la adrenalina, pero más agrio que dulce. Digamos 60% a 40%. Cuando ese porcentaje se desequilibra alevosamente, la cosa deja de ser dulce y empiezan a producirse fenómenos sensoriales incontrolables. Vamos, que se te fue de las manos. Entonces la sugestión.

Según nuestra amiga Wikipedia, “El miedo o temor es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento, habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.” Pongamos como ejemplo: una cucaracha. Una cucaracha es un peligro real, presente, pasado y futuro. Sobretodo futuro ya que las hijas de puta son como inmortales o algo así. Te producen un sentimiento intenso y desagradable al que Freud llamó miedo neurótico. Y aunque me cueste aceptarlo, no estaba equivocado. Un miedo “real” no es. Yo soy bastante más peligrosa para ella. Bastante más lenta a escala y no tan lista, pero soy más grande. ¡Soy gigante! ¡Un gigante que va a por ti cucaracha!
No es verdad. Esa historia se la conté una vez a una niña que se puso a llorar al ver una cucaracha que corría muy rápido, libremente por ahí. La historia pareció servirle y por lo menos no hinchó las pelotas por un rato. Pero, ¿y a mí? A mí no me sirvió la historia. Yo necesito algo un poco más fuerte.
0:35
¡Increíble! He parado solo un momento porque llamaron al timbre y ¿qué me encuentro en el comedor? ¡¡Una reverenda hija de puta!! Si es que pensaba dedicarle este post al miedo pero, ¿qué fue primero? ¿El miedo? ¿O las cucarachas?
23/04/13
11:29
Definitivamente, este post va sobre las cucarachas, esas eternas enemigas que me persiguen desde que tengo uso de razón irracional. He aquí una anécdota sobre encuentros cercanos con las tipas y mi vulnerabilidad frente a ellas.

El acensor
Posiblemente el más famoso y escalofriante episodio que he vivido repetidas veces ha sido en el ascensor de casa de mi padre. Llegar a casa de madrugada, cansada, desesperada por destrozar la cama de un salto mortal después de comerme un sándwich de jamón y queso (todo esto en mi cabeza mientras le doy una vuelta a la llave en la cerradura del portal), me dispongo a subir al ascensor (a pesar de que son solo dos pisos) y entro triunfalmente quedando fuera de los peligros que acechaban en el camino oscuro desde el coche hasta el portal.  Y pienso, ya está, ya es terreno seguro, los peligros de vivir entre las vías del tren y un escampado gigante ya han quedado fuera. ILUSA. No me da tiempo a volver a sentir miedo cuando de repente el ascensor llega a su destino y se abre la primera puerta dejándome inmóvil y erizada hasta el OGT ante la presencia de una RHDP (Reverenda hija de puta). Tengo poco tiempo para pensar, poco tiempo de reacción, ¡pocas opciones!
1º Si le doy una patada a la puerta y paso corriendo, puede que no pase nada y esté fuera de peligro rápidamente, pero también puede que el bicho salte o vuele y me ataque (sí, ríanse…) 2º Puedo volver a bajar cerrando así la primera puerta y dejando a la bicha fuera y volver a subir luego por las escaleras, pero hay más peligro aún porque ésta podría meterse dentro del ascensor  y así nos quedaríamos encerradas y a solas durante más tiempo, además, si la operación sale con éxito, puede que luego en las escaleras encuentre más obstáculos. Descartada. Me dispongo a llevar a cabo la opción nº 1 pero no dándole una patada a la puerta sino abriéndola con mucho cuidado con la MANO (to’ creisi) y casi llorando de pánico salgo de la trampa triunfal pero casi meada encima. Prueba superada, pero la cosa no acaba aquí. Mentira que me voy a ir tan tranquila a dormir después de una escena de éste calibre. Ni sándwich ni na, estás que voy a la cocina… Ir al baño ya me supone un esfuerzo mental tremendo, con todas las cañerías y humedades que hay en esa fiesta para cucarachas… Me acuesto decidida a dormir, con la luz encendida, mirando hacia todas partes, luego de haber revisado por encima los recovecos de mi cuarto, debajo de la cama, detrás de la mesita de noche, la ventana bien cerrada con 28 grados de calor en verano… Y pienso: ¡qué daría por sentir otra clase de miedo! El miedo irracional que siento al ver una peli de terror, o cuando hablamos de temas sobrenaturales ¡o espíritus! Es una sensación de miedo muy distinta y muy parecida a la vez. Dormir con todas mis extremidades tapadas bajo la sábana, menos la cabeza. Siempre siento pánico a que algo puedo rozarme una mano cuando estoy durmiendo. Bicho-espíritu. Lo mismo da.
Al final me quedo dormida a las tantas sin darme cuenta, y al despertar, la noche me da un día entero de ventaja para prepararme para el siguiente encuentro. 




Véase también el post de mi amigo Edu Reptil relacionado con este tema:



miércoles, 17 de abril de 2013

ONCE


Algo que escribí hace tiempo y que quería compartir.

17:01     06/08/08
Me quedan 11 cigarrillos… once.  Y como justamente estaba pensando en las casualidades, en mi vida, se me ocurrió contar cuantos cigarrillos me quedaban  porque sospeché que podrían ser 11… y eran 11.
Entonces decidí que serán los últimos 11 cigarrillos que fumaré, así que tengo que dejarlos para momentos en los que valga la pena fumármelos. Estoy segura de lo que estoy diciendo? Claro que no… je, pero a veces es de esta manera como las cosas mejor salen.
Pedí un deseo para mi último cigarro, el número 11, y le di la vuelta para no olvidarme. No sé si alguna vez creí en estas cosas pero siempre me quedó en el fondo esa incertidumbre, así que por si acaso…
Acabo de encender el primero, ya solo quedan 10 y aunque no hace ni cinco minutos que me fumé uno, este momento lo vale; es como si me hubiera salido de mi cuerpo, siento como si estuviera flotando en el aire… Tengo que conseguir esto que me he propuesto y entonces podré conseguir cualquier cosa que me proponga.
Siento tantos nervios como si fuera la decisión de mi vida! Pero me lo guardo para mi. Qué sensación tan rara! Y qué agradable! Y rara… Me tiemblan las piernas, me tiembla el cuerpo. Es mucho más que el simple hecho de dejar de fumar, va más allá de si podré hacerlo o no. Y aunque no pueda explicarlo, en el fondo yo lo sé, y con eso me alcanza.

12:41     17/04/13
5 años más tarde…