martes, 23 de abril de 2013

RHDP



11/01/13
23:54
Iba a ponerme a hacer cosas importantes pero llevo mucho tiempo posponiendo este post.
Post-poniéndolo. ¡Qué risa!
Voy a parar ya de post-ponerlo y pasar directamente al tema antes de que olvide…
12/01/13
0:13
Voy a hablar de un sentimiento oscuro y excitante que tiene control sobre tu cuerpo dejándote muchas veces paralizado y eriza cada uno de los vellos de tu piel. Agridulce como la adrenalina, pero más agrio que dulce. Digamos 60% a 40%. Cuando ese porcentaje se desequilibra alevosamente, la cosa deja de ser dulce y empiezan a producirse fenómenos sensoriales incontrolables. Vamos, que se te fue de las manos. Entonces la sugestión.

Según nuestra amiga Wikipedia, “El miedo o temor es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento, habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.” Pongamos como ejemplo: una cucaracha. Una cucaracha es un peligro real, presente, pasado y futuro. Sobretodo futuro ya que las hijas de puta son como inmortales o algo así. Te producen un sentimiento intenso y desagradable al que Freud llamó miedo neurótico. Y aunque me cueste aceptarlo, no estaba equivocado. Un miedo “real” no es. Yo soy bastante más peligrosa para ella. Bastante más lenta a escala y no tan lista, pero soy más grande. ¡Soy gigante! ¡Un gigante que va a por ti cucaracha!
No es verdad. Esa historia se la conté una vez a una niña que se puso a llorar al ver una cucaracha que corría muy rápido, libremente por ahí. La historia pareció servirle y por lo menos no hinchó las pelotas por un rato. Pero, ¿y a mí? A mí no me sirvió la historia. Yo necesito algo un poco más fuerte.
0:35
¡Increíble! He parado solo un momento porque llamaron al timbre y ¿qué me encuentro en el comedor? ¡¡Una reverenda hija de puta!! Si es que pensaba dedicarle este post al miedo pero, ¿qué fue primero? ¿El miedo? ¿O las cucarachas?
23/04/13
11:29
Definitivamente, este post va sobre las cucarachas, esas eternas enemigas que me persiguen desde que tengo uso de razón irracional. He aquí una anécdota sobre encuentros cercanos con las tipas y mi vulnerabilidad frente a ellas.

El acensor
Posiblemente el más famoso y escalofriante episodio que he vivido repetidas veces ha sido en el ascensor de casa de mi padre. Llegar a casa de madrugada, cansada, desesperada por destrozar la cama de un salto mortal después de comerme un sándwich de jamón y queso (todo esto en mi cabeza mientras le doy una vuelta a la llave en la cerradura del portal), me dispongo a subir al ascensor (a pesar de que son solo dos pisos) y entro triunfalmente quedando fuera de los peligros que acechaban en el camino oscuro desde el coche hasta el portal.  Y pienso, ya está, ya es terreno seguro, los peligros de vivir entre las vías del tren y un escampado gigante ya han quedado fuera. ILUSA. No me da tiempo a volver a sentir miedo cuando de repente el ascensor llega a su destino y se abre la primera puerta dejándome inmóvil y erizada hasta el OGT ante la presencia de una RHDP (Reverenda hija de puta). Tengo poco tiempo para pensar, poco tiempo de reacción, ¡pocas opciones!
1º Si le doy una patada a la puerta y paso corriendo, puede que no pase nada y esté fuera de peligro rápidamente, pero también puede que el bicho salte o vuele y me ataque (sí, ríanse…) 2º Puedo volver a bajar cerrando así la primera puerta y dejando a la bicha fuera y volver a subir luego por las escaleras, pero hay más peligro aún porque ésta podría meterse dentro del ascensor  y así nos quedaríamos encerradas y a solas durante más tiempo, además, si la operación sale con éxito, puede que luego en las escaleras encuentre más obstáculos. Descartada. Me dispongo a llevar a cabo la opción nº 1 pero no dándole una patada a la puerta sino abriéndola con mucho cuidado con la MANO (to’ creisi) y casi llorando de pánico salgo de la trampa triunfal pero casi meada encima. Prueba superada, pero la cosa no acaba aquí. Mentira que me voy a ir tan tranquila a dormir después de una escena de éste calibre. Ni sándwich ni na, estás que voy a la cocina… Ir al baño ya me supone un esfuerzo mental tremendo, con todas las cañerías y humedades que hay en esa fiesta para cucarachas… Me acuesto decidida a dormir, con la luz encendida, mirando hacia todas partes, luego de haber revisado por encima los recovecos de mi cuarto, debajo de la cama, detrás de la mesita de noche, la ventana bien cerrada con 28 grados de calor en verano… Y pienso: ¡qué daría por sentir otra clase de miedo! El miedo irracional que siento al ver una peli de terror, o cuando hablamos de temas sobrenaturales ¡o espíritus! Es una sensación de miedo muy distinta y muy parecida a la vez. Dormir con todas mis extremidades tapadas bajo la sábana, menos la cabeza. Siempre siento pánico a que algo puedo rozarme una mano cuando estoy durmiendo. Bicho-espíritu. Lo mismo da.
Al final me quedo dormida a las tantas sin darme cuenta, y al despertar, la noche me da un día entero de ventaja para prepararme para el siguiente encuentro. 




Véase también el post de mi amigo Edu Reptil relacionado con este tema:



No hay comentarios:

Publicar un comentario